Todos los automóviles llevan limpiaparabrisas, un elemento patentado por primera vez en 1903 por Mary Anderson y que es imprescindible para mantener una correcta visibilidad cuando llueve, nieva o se mancha el parabrisas. Y es que la reducción de la visibilidad cuando llueve se debe principalmente a la perturbación visual que producen las gotas de agua en el parabrisas, más que al efecto atmosférico.
El diseño básico del sistema es similar en todos los autos, con dos brazos que barren en paralelo buena parte de la superficie del parabrisas. Los sistemas monobrazo ya solo se emplean en deportivos raros, y han desaparecido aquellos que barrían hacia dentro y cuyos brazos se escondían en los montantes laterales. Tesla ha patentado un nuevo sistema revolucionario basado en un brazo transversal electromagnético, pero no han anunciado que vayan a emplearlo en algún modelo.
Pero a pesar de compartir un esquema básico similar, todos los limpiaparabrisas no son iguales, ni muestran la misma eficacia. La primera gran distinción está entre los sistemas manuales o los que ofrecen un funcionamiento automático.
En los primeros, los de “toda la vida”, el conductor ajusta la velocidad y cadencia de barrido. Los segundos funcionan con un sensor de lluvia, situado en la parte superior del parabrisas, que detecta las gotas de agua que caen sobre el cristal. Según su cantidad y frecuencia, el sistema adapta la velocidad de los limpiaparabrisas para despejar la visión.
Los limpiaparabrisas automáticos son más cómodos y seguros, pues el conductor no tiene que distraerse pulsando la manecilla y adaptando la velocidad a la intensidad de las precipitaciones. Pero dentro de ellos también hay diferencias, pues no todos los sistemas reaccionan con la misma rapidez ante las primeras gotas, ni adaptan su velocidad con la misma precisión a la cantidad y tamaño de las gotas agua que hay sobre el parabrisas.
Algunos sistemas pueden tener en cuenta eventuales modificaciones en las señales debido a arañazos o suciedad en el parabrisas, por medio de rutinas de adaptación del software de la unidad de control. Las nuevas generaciones de sensores funcionan con luz infrarroja y pueden ir montados en zonas del parabrisas que estén tintadas. Muchos de estos sensores llevan calefacción integrada para evitar fallos en la interpretación por condensación de humedad.
Otra diferencia está en la ubicación de las salidas de líquido, que poco a poco van pasando de estar colocadas sobre el capó, a ir instalados en el propio brazo. Además de ahorrar líquido porque se evita su dispersión en el aire, este sistema es mejor para las escobillas, que no barren sobre seco en su primer barrido.
Las escobillas, el elemento clave
Un mecanismo de hace 30 años con unas escobillas nuevas es infinitamente más eficaz que el sistema más sofisticado de la actualidad con unas escobillas gastadas. Y es que la calidad y estado de conservación de las escobillas es lo que realmente marca la diferencia.
La calidad de diseño y materiales de un fabricante premium con Bosch se nota en la eficacia y en la duración de las escobillas. Su diseño genera una presión uniforme sobre el área completa del parabrisas y minimiza el área expuesta al viento, lo que mejora su funcionamiento y reduce su sonoridad.
Por otro lado, la goma empleada es más resistente a la abrasión, luz ultravioleta y envejecimiento, además de ser más elástica en condiciones de frío y calor extremos. En cuanto a su mantenimiento, se recomienda cambiar las escobillas cuando se observen fisuras en la goma, trepidación o fallos en la limpieza; y por lo menos una vez año.